Día de difuntos y de memoria histórica
Lo que más sobrecoge, además del silencio, las lápidas. No están sobre una tumba pero es lo más parecido que tienen familiares y supervivientes para expresar su pequeño homenaje.
Las primeras están tras los monumentos que las distintas naciones han erigido por sus víctimas, y que custodian la entrada. El de Italia, quizá por la cercanía, repleto. El erigido por familiares y republicanos españoles, que no por España, con apenas un puñado de ellas que bien refleja el desarraigo al que se les sometió, aún conformando la población más numerosa del campo. Sobre los monumentos, las piedrecitas de las que gustan los judíos y que recordamos de La Lista de Schindler.
Las siguientes, ya aglutinándose en torno al horno doble construido para asistir al primero, rodean la habitación. La dedicada a un padre por un hijo, el agradecimiento a Anna Pointner, el recuerdo a los 7000 republicanos que murieron allí, una foto de un superviviente recordando a sus compañeros con su dirección a pie de foto y por fin una placa que parece ser de un país llamado España que al negarlos los condenó a la barbarie y que parece que hoy en día todavía se resiste a homenajear claramente.
Y no es que haya víctimas mejores o peores, o víctimas que sean más víctimas que otras, pero los españoles que allí padecieron, ya venían de otra guerra y de haber sido tratados como perros en los campos de refugiados franceses. Obligados a alistarse en el ejército francés o a perecer de inanición, y tras ser negados por su propia tierra, sobrevivir a aquella mierda tampoco fue mejor: No tenían casa a la que volver y tuvieron que dispersarse por el mundo.
Las primeras están tras los monumentos que las distintas naciones han erigido por sus víctimas, y que custodian la entrada. El de Italia, quizá por la cercanía, repleto. El erigido por familiares y republicanos españoles, que no por España, con apenas un puñado de ellas que bien refleja el desarraigo al que se les sometió, aún conformando la población más numerosa del campo. Sobre los monumentos, las piedrecitas de las que gustan los judíos y que recordamos de La Lista de Schindler.
Las siguientes, ya aglutinándose en torno al horno doble construido para asistir al primero, rodean la habitación. La dedicada a un padre por un hijo, el agradecimiento a Anna Pointner, el recuerdo a los 7000 republicanos que murieron allí, una foto de un superviviente recordando a sus compañeros con su dirección a pie de foto y por fin una placa que parece ser de un país llamado España que al negarlos los condenó a la barbarie y que parece que hoy en día todavía se resiste a homenajear claramente.
Y no es que haya víctimas mejores o peores, o víctimas que sean más víctimas que otras, pero los españoles que allí padecieron, ya venían de otra guerra y de haber sido tratados como perros en los campos de refugiados franceses. Obligados a alistarse en el ejército francés o a perecer de inanición, y tras ser negados por su propia tierra, sobrevivir a aquella mierda tampoco fue mejor: No tenían casa a la que volver y tuvieron que dispersarse por el mundo.
Da igual que defendieran Francia y cayeran, o que fueran los primeros en liberar París y da igual que aportaran las pruebas fotográficas que incriminaran a los oficiales de las SS en Nuremberg. Todo lo que suena al bando que perdió, parece que molesta. Al menos les lloran por aquellas tierras, y su bandera ondea en una pequeña localidad austriaca.
Hablando así parece que nos olvidamos de que esa gente era gente como nosotros, con todas sus virtudes y sus defectos, que pudieron comportarse mejor o peor en aquella situación límite, tal como haría yo, el vecino o tu primo, y que la mierda de la Historia marcó sus vidas para siempre.
En fin, son las reflexiones de uno cuando se da una vuelta por Mauthausen.
1 Comments:
wow..que buena esa fotografia...creo que asi me sentia hoy,un tanto pisada..mañana vere como me despego del piso.
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